“El museo nació hace 36 años cuando mi hija tuvo su primer bebé y sembró una semilla del árbol jacaranda. A partir de ese momento, empecé a interesarme en ellos. Otra de mis hijas me regaló en Navidad un libro sobre el bonsái y comencé a buscar árboles, así como a quien me enseñara la técnica para podarlos”, explicó Miguel Ros, su propietario, en entrevista con Notimex.
Interesado en el arte del bonsái, trajo a maestros italianos, puertorriqueños, venezolanos, argentinos, brasileños y españoles para que les enseñaran a sus trabajadores y a él las técnicas de cuidado y tratamiento del árbol, pues hay que darles forma como lo hacen los verdaderos peluqueros.
El Museo de Tatsugoro, que abrió sus puertas al público el 11 de octubre de 2008, es el primero en su tipo en México y Latinoamérica. Toma su nombre de Tatsugoro Matsumoto, quien vino al país por encargo de Porfirio Díaz para que hiciera un jardín japonés y fue quien trajo el primer bonsái a este país.
El arte del bonsái se originó en China hace unos dos mil años como objeto de culto para los monjes taoístas. Para ellos era símbolo de eternidad, ya que el árbol representaba un puente entre lo divino y lo humano, entre el cielo y la tierra.
De acuerdo con Ros, durante siglos la posesión y el cuidado de los bonsáis estuvieron ligados a los nobles y a las personas de la alta sociedad. Según la tradición, aquellos que podían conservar un árbol en maceta tenían asegurada la eternidad.
El museo ha sido visitado por los maestros Salvatore Liporace, Pedro J. Morales, Erik Wigert, Robert Kempinski, Nacho Marín, Sergio Luciani, Zezao, Luigi Maggioni, Milagros Rauber, Karim Alfaro, José O. Rivera y Mauro Stemberger. Cuenta con bonsáis de primer nivel, catalogados así por éstos expertos conocedores.
Con la mirada sabia y de semblante apacible, Miguelín, como le llaman sus amigos, explica que tiene árboles de todas las especies, ya sea tropicales, de clima templado o muy frío.